anécdotas

(Esta columna fue publicada en El País Semanal bajo el título "La imparable mengua de mi reputación" el 24 de Enero de 2016. Lo que sigue es un resumen de la misma con fines didácticos. Es recomendable leer la original antes de leer esta.)

Los que leéis esta columna ya sabréis que Arturo Pérez-Reverte (de ahora en adelante, AP-R, para abreviar. Ya sabéis que yo primo la brevedad sobre todas las cosas, quizá uno de los rasgos estilísticos que han perfilado y definido toda mi carrera. Recuerdo que incluso de chico más de un maestro alababa mi capacidad de síntesis) y yo somos colegas, y estamos a partir un piñón. Me regala cuchillos, pistolas, fusiles, ametralladoras... Yo pensaba que era por mi afición a la historia moderna. O, no sé, quizá porque tras este aspecto de intelectual de Ateneo AP-R veía en mí a un reportero aguerrido. A alguien capaz de patearse las calles en llamas de Sarajevo para contarle lo que está ocurriendo al resto del mundo. Pero empiezo a sospechar que lo hace con cierta retranca.

Hace unos meses AP-R me invitó por fin a su casa. El muy cochino me decía siempre que estaba en obras. Ni una pistola, ví. Me imaginaba yo que tendría vitrinas y vitrinas, pero no; eso sí, la tenía llena de sables. Nos pudo la curiosidad a mí y a mis acompañantes y AP-R nos enseñó unos cuantos. Se empeñó en que los desenvainara todos yo. No sé por qué, la verdad. Le pregunté que si era porque soy zurdo y le hacía gracia que casi le sacara un ojo a alguien cada vez que tocaba un sable, y AP-R me respondió que en todo caso yo era ambizurdo, riéndose entre dientes. Pero bueno, ver aquellos sables mereció la pena. Y no me saquéis de contexto la frase que nos conocemos.

Bueno, pues el otro día se empeñó en volverme a regalar un arma. "Para que te defiendas de los críticos", me dijo. Luego estuvo contándome una historia increíble acerca de la pistola, un colt M1911. Lo tenía todo: la gloria de España y su ocaso, yankis, moros furiosos enajenados por la droga, mafiosos... en fin, qué les voy a contar. Yo le regalé un libro, que puesto así en perspectiva puede parecer que desmerece un poco, pero ojo, tenía fotos e ilustraciones.

Después de la historia, llegó el momento de que Arturo me enseñara como amartillarla. Como nos encontrábamos en un restaurante abarrotado de gente, que frecuenta mucho Arturo, nos fuimos hacia mi casa, y se puso a enseñármela en el portal. Una joven nos vió ahí, con el cacharro en la mano, y se puso muy nerviosa. Claro, no se encuentra uno todos los días en el portal a dos hombres manipulando una pistola (¿Qué otra cosa podría ser si no?). En fin, con cosas como esta, mi reputación va in descendo a diario. Huelga decir que por culpa de AP-R me he labrado toda una reputación de enfant terrible en el edificio. En las reuniones de la comunidad de vecinos hay quien no me sostiene la mirada, y muchos, que antes se paraban a saludarme efusivamente, agachan la cabeza y murmuran un "Buenos días, caballero" entre dientes. Algún día voy a mirar a alguien mal y va a perder el control de sus esfínteres.